Al parecer, la toxicidad que puede causar el sulfuroso en los seres humanos está relacionada con la degradación de la vitamina B1 (tiamina). Por lo tanto, es aconsejable incluir alimentos con alto contenido de esta vitamina al consumir vino, cerveza u otras bebidas con sulfitos. La tiamina se encuentra en varios alimentos, destacando entre ellos la carne de cerdo, el pescado, el queso, los mejillones, las lentejas y las avellanas.
¿Entonces, los vinos ecológicos contienen sulfitos?
La noción de vinos ecológicos y naturales, que idealmente deberían ser productos sin aditivos ni conservantes, incluido el anhídrido sulfuroso, es en esencia una idea utópica.
Por un lado, sin un contenido mínimo de este compuesto, la preservación del vino resultaría inviable; por otro, las propias levaduras de fermentación generan anhídrido sulfuroso a partir del azufre o sus combinaciones naturales en la uva.
En definitiva, los vinos ecológicos y libres de sulfitos contienen, en realidad, cantidades ínfimas de sulfitos de origen natural presentes en las uvas.
Esto es similar a la presencia de sulfitos en el queso, el pan, los postres, los encurtidos y otros alimentos sometidos a fermentación.
Durante el proceso esencial de fermentación alcohólica en la creación del vino, las levaduras tienen la capacidad de generar hasta 100 mg/litro de anhídrido sulfuroso.
De hecho, las regulaciones de la Comunidad Europea para los Vinos Ecológicos permiten únicamente el uso del anhídrido sulfuroso como aditivo, aunque en niveles considerablemente más bajos que los convencionales.
Investigaciones han revelado que la inclusión de dos aminoácidos (metionina o cisteína) disminuye la producción de sulfitos en el proceso de fermentación del vino, dado que la levadura no necesita sintetizarlos, lo cual reduce su formación.
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